Las playas secretas de España, alejadas del turismo de masas que caracteriza a la mayoría de lugares, revelan la parte más auténtica del país
Le playas en españa son muchos, gracias a los 5000 kilómetros de costa que han hecho que este país sea conocido en toda Europa precisamente por el turismo del llamado "sol y playa". Lejos de las habituales localizaciones masivas, puedes encontrar rincones que te permiten entrar en contacto con una experiencia auténticamente española, experimentando los diferentes paisajes de esta extensa península. Galicia casi nunca es visitada por turistas extranjeros, especialmente debido al clima atlántico, a menudo caprichoso. Sin embargo, esta región tiene mucho que ofrecer, empezando por Islas Cíes, considera el Caribe gallego por sus playas de arena blanca y aguas cristalinas. Se trata de tres islotes frente a la bahía de Vigo protegidos por un parque nacional; de hecho, por él pueden pasar un máximo de 2200 visitantes cada día. No hay hoteles ni alojamientos privados, sólo un camping y algunos bares. No se permiten bicicletas ni coches.
Todavía en Galicia, Viveiro Es una de las playas de España perfectas en julio y septiembre, donde puedes caminar mientras admiras el océano y las colinas al fondo. Durante el mes de agosto se llena de gente, pero sigue siendo ideal para vacaciones familiares o en grupo debido al gran tamaño de la playa. Pasando a las zonas más conocidas, se encuentra en la Costa Brava catalana. Llafranc, un pequeño pueblo de pescadores lo suficientemente grande como para entretener a una familia entera pero lo suficientemente pequeño como para poder permanecer en paz. Los colores pintorescos lo convierten en un entorno pintoresco, al igual que la geografía montañosa, hasta el punto de que en el siglo pasado fue amado por la jet set internacional, incluido el pintor Salvador Dalí.
En la parte sur y quizás más emblemática de España, Andalucía, hay dos playas secretas. El primero es Mònsul, en el parque natural Cabo de Gata. Los acantilados son de color mostaza, malva, gris y blanco, y están salpicados de torres de vigilancia construidas hace siglos para repeler a piratas e invasores. El otro objetivo es El Cañuelo, al pie de los Acantilados de Maro, al final de un paseo de 20 minutos entre pinos. Nada que ver con el resto de la Costa del Sol donde te tumbas al sol como sardinas. Aquí el agua brilla entre las margaritas.